Sobre el asfalto del bulevar Miguel Hidalgo, Tamaulipas, permanecieron hasta el mediodía los restos de la Cadillac Escalade negra calcinada hasta los huesos del metal. El estribo retorcido, los cristales pulverizados y el persistente olor a gasolina dibujan el rastro de un ataque ocurrido durante la tarde del lunes 4 de agosto.
Las marcas de sangre retrataban el arrastre del cuerpo de Ernesto Cuitláhuac Vázquez Reyna. Los cartuchos percutidos y las esquirlas alojadas en los postes se sumaron al registro del atentado.
Sorprende que los hechos se registraran pasadas las 19:00 horas, así como la cercanía con la sede regional de la Fiscalía General de la República, ubicada a tan solo cinco kilómetros. En la vuelta, la colonia Jarachina, desde donde supuestamente se habría movilizado la camioneta de los agresores, fue localizada esa misma noche.
En el cruce con San José, lugar donde murió el delegado federal, se observan los vestigios de una gasolinera inconclusa y unas instalaciones abandonadas de la otrora Policía Federal. Contra esquina, sin nadie que pudiera ver. A un lado, el Stay Inn Hotel y el Motel Plaza quedaron convertidos en testigos involuntarios.
“Se escuchó como si alguien hubiera chocado. Me asomé, y las personas afuera estaban en shock. Unos salieron corriendo, otros se tiraron al piso. ‘Ok… ya está pasando algo más’”, pensó.
“Cerré las persianas con candado. Tenía clientes, no fuera a meterse alguien. Luego se comenzaron a oír balazos. No lo vi directamente, pero sí lo escuché”, relató una barista de la cafetería ubicada a menos de 200 metros del cruce.
Otro joven trabajador relató, sorprendido, su primera vez ante un hecho de esta magnitud: “Me mudé aquí hace tres años. Nunca había visto algo así. Es la primera vez que veo un atentado, por así decirle”, contó el empleado del centro comercial, mientras la gente buscaba refugio en los locales.
Un testigo más tuvo el valor de captar con su celular el momento en el que el delegado fue arrastrado por el piso.
“Como a las siete escuchamos detonaciones y vimos que todos salieron corriendo hacia acá. Empezamos a ver mucho humo. Cuando salimos, la persona ya estaba tirada. Escuchamos más movimiento, lanzaron estrellas poncha llantas, llegó la Policía Investigadora y la Fiscalía. Acordaron la zona”, aseguró un trabajador de una tienda de calzado dentro del complejo comercial.
Y confirma el momento del remate: “Fue una segunda camioneta la que vino a rematar al delegado. Todo el bulevar se paralizó. Tenía clientes. Se refugiaron del otro lado. Muchos locales cerraron. Nosotros cerramos temprano por lo mismo”.
Así fue el ataque contra el delegado de la FGR
A 24 horas de este atentado, confía, “Nos asustamos bastante, es un bulevar muy transitado. Nos sacamos de onda”.
Desde primeras horas del martes 5 de agosto, el sitio ha sido intervenido por autoridades ministeriales. Periodistas nacionales y estadunidenses recorrieron el lugar con cámaras, micrófonos y preguntas.
Policías de investigación —ataviados con rifles automáticos y capuchas— inspeccionaron techos y paredes, retiraron cámaras de videovigilancia y marcaron el sitio con números y cintas.
Por la tarde, se llevaron los últimos restos de la camioneta calcinada y la escena del crimen fue limpiada.
Tres camionetas blindadas con cristales polarizados se mantienen estacionadas, vigilantes. Los vehículos que cruzan bajan la velocidad para mirar las manchas en el piso y seguir su camino por el bulevar.
La FGR vinculó el asesinato de Ernesto Cuitláhuac Vázquez Reyna a una operación contra el robo de hidrocarburos que significó un golpe a la delincuencia organizada, con el decomiso de más de un millón 800 mil litros de combustibles.
Junto con maquinaria y vehículos empleados en el traslado ilegal, que permanecen bajo resguardo de elementos de la Guardia Nacional y del Ejército mexicano.
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