En las costas de Marsella, Francia, se encuentra la cueva de Cosquer, un sitio arqueológico de gran relevancia por sus pinturas rupestres de más de 20 mil años de antigüedad. Descubierta en 1985 por el buzo francés Henri Cosquer, la cueva permanece sumergida a 37 metros bajo el nivel del mar debido al aumento del nivel del océano desde la era prehistórica.
En tiempos del hombre de Cromañón, hace aproximadamente 30 mil años, la cueva se ubicaba en la cima de una montaña, a 10 kilómetros de la línea de costa. Las investigaciones sugieren que la cueva no fue utilizada como vivienda, sino como un lugar ceremonial.
Entre las representaciones artísticas destacan figuras de animales y manos humanas, algunas de las cuales presentan la ausencia de dedos, posiblemente vinculada a rituales de la época.
Desde su descubrimiento oficial en 1991, la cueva ha enfrentado diversos desafíos para su preservación. La autenticidad de las pinturas fue confirmada en 1998, después de años de escepticismo.
Sin embargo, el deterioro progresivo provocado por la salinidad del mar amenaza con la pérdida total del sitio en las próximas décadas.
Para preservar este legado, en junio de 2022 se inauguró el Museo Cosquer, una réplica detallada de la cueva original que permite a los visitantes conocer este importante patrimonio sin riesgo de daños adicionales. Gabriel Beraha, responsable del museo, destacó la singularidad del lugar, señalando que es la única cueva de arte rupestre descubierta en el sureste de Francia.
El museo también alberga recreaciones de animales extintos representados en las pinturas, como pingüinos y focas, únicas en el arte parietal conocido.
En 2010, se digitalizó la cueva mediante técnicas avanzadas de escaneo láser y fotogrametría, asegurando la conservación digital de este patrimonio histórico para futuras generaciones.
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